Me siento pequeña ante este paisaje granítico de enormes volúmenes y caprichosas formas debido al efecto erosivo del agua y del viento. Pequeña en tamaño, pero grande en crecimiento personal, en proceso evolutivo.
Maravillada ante la grandeza de la naturaleza en todas sus formas, ya sean bióticas o abióticas. Sorprendida siempre por la belleza que destila, con la que nos envuelve como la madre que acuna a su bebé.
He vuelto, he recuperado mi aspecto de siempre y he regresado a las costumbres, a la rutina, a la vida, en una palabra. Ha sido un viaje tortuoso, pero no infructuoso, todo lo contrario.
Árboles, barruecos, charcas, caballos, monte, nubes, pájaros han sido aliados y compañeros de viaje durante un tiempo que se ha estirado trescientos sesenta y cinco días con sus noches. Liviana, me dejo llevar hacia donde me empuje la corriente de la existencia. Liviana, sí, pero al mismo tiempo dura como estas rocas para resistir las inclemencias y tempestades que queden por venir.